En la sociedad se presenta una serie de inequidades y barreras que limitan la participación de los diversos grupos sociales en condiciones de igualdad en los procesos de decisión sobre los usos de los territorios que habitan. Respecto a las inequidades de género, esas barreras se refieren a las normas sociales y culturales que asignan diferentes roles a ser desempeñados por los hombres y las mujeres, los cuales derivan en desigual acceso a espacios de vida que impiden gozar de manera equitativa de los beneficios del desarrollo.
En la Ciudad de México, de la población total, 52.2% son mujeres y 47.8% son hombres. Del total de población de habla indígena que asciende a 289,139 personas, son hombres 49.3% y mujeres 50.7%; la población femenina que habla idioma indígena y español se encuentra presente en todo el territorio de la Ciudad, aunque de manera destacada en las alcaldías del sur.
La población de 60 años y más representa el 16.2% del total de la población en 2020, y se ha estado incrementando de manera sostenida en las últimas décadas, por lo que se trata de un grupo social vulnerable que merece especial atención. Entre las personas con diversas discapacidades, 56.9% son mujeres, de las cuales 55.2% tienen más de 60 años.
Además, entre las problemáticas más importantes en torno a la desigualdad y brechas de género están:
Del total de la población económicamente activa, las mujeres representan 45.4% frente a 54.6% de los hombres, datos que indican la notable menor participación de las mujeres en el mercado de trabajo derivado de su confinamiento en el ámbito doméstico y de sus numerosas responsabilidades.
Del total de la población económicamente no activa, más de la tercera parte –34.3%– son personas dedicadas a los quehaceres del hogar, proporción semejante a la de los estudiantes que representa 37.1%.
Desigualdad de género en el trabajo de cuidados no renumerado. De cada 100 personas que dedican tiempo a estas tareas, 60 son mujeres; en las tareas de preparación de alimentos el porcentaje sube a 70; en contraparte, no realizan trabajo de cuidados el 71.2% de los hombres.
La proporción de hogares con jefatura femenina se ha estado incrementando de manera sostenida en las últimas décadas: mientras que en 2010 fue de 31.4% del total de hogares, en 2015 se elevó a 35.7% y en 2020 ascendió a 39.8%.
Inequidades de género en el acceso a viviendas y servicios básicos y vulnerabilidad social de las mujeres.
Las mujeres y las niñas sufren y temen diversos tipos de violencia que limitan su libertad de movimiento; además, impide a las mujeres su acceso a oportunidades de trabajo y de educación, su participación plena en la vida pública y el acceso a servicios y actividades diversas, lo que impacta negativamente en su bienestar.
La subordinación de las mujeres se expresa no sólo en las condiciones de inseguridad en las que se efectúan sus traslados, sino también en el tipo de sus desplazamientos.
Las desigualdades de género en las localidades rurales se traducen en el pobre acceso de las mujeres a sus derechos más elementales, tales como el acceso a la educación y salud, al trabajo e ingreso digno, a la propiedad de la vivienda y de la tierra, así como su acceso al agua y a una vida libre de violencia en todas sus expresiones: física, verbal, sexual, emocional y patrimonial.
Falta mucho por avanzar en materia de igualdad sustantiva y paridad en altos mandos.
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